Orientación vital

La Orientación Vital se basa en el método de Terapia Vital creado por el Psicólogo y Terapeuta Antoni Bolinches (1947) en el que enfatiza la idea de que las personas pueden ayudarse a sí mismas y que esta capacidad se activa cuando sienten la necesidad de resolver sus conflictos.

Por eso, este método indica, como una de sus máximas, que en la vida los buenos momentos son para disfrutarlos y los malos para aprender.

De hecho, la Orientación vital es un programa de orientación y aplicación individual de esa idea-fuerza que propicia el que las personas aprendan a utilizar su potencial de personalidad al servicio de la resolución de sus encrucijadas vitales.

Por esa razón, el modelo resulta especialmente indicado para quienes deseen recibir orientación para convertirse en agentes fundamentales de su propio cambio y en los principales facilitadores de su propia felicidad.

Beneficios que se obtienen con su aplicación:

· Conocer las motivaciones de su comportamiento.

· Mejorar la capacidad de superar las contradicciones internas.

· Fortalecer la propia seguridad personal.

· Incrementar la capacidad de resolución de los propios conflictos.

· Alcanzar objetivos vitales.

· Tomar conciencia de ser el mejor maestro de sí mismo.

· Aprender de sus errores para no cometer otros mayores.

· Convertir su mejor parte en su mayor parte.

· Tomar conciencia de que no hay crecimiento sin sufrimiento ya que, en la escuela de la vida, la gran maestra es la herida.

· Aprehender que criticar a los otros no nos mejora a nosotros.

· Entender que reconocer los propios defectos es una virtud.

· Comprender que vivir es arriesgarse, caer y levantarse.

· Verificar que cuando uno hace lo que debe se convierte en quien quiere.

· Confirmar que el tiempo todo lo cura… si la persona madura.

La Orientación Vital presta también apoyo a personas jóvenes que necesiten desarrollar sus capacidades para orientarse hacia proyectos de vida que les permitan sentirse realizadas y felices en el ámbito personal y profesional.

En este proceso de orientación, las personas de todas las edades pueden aprender a conocerse mejor y a confiar en sus posibilidades a través de un proceso de concienciación y autoanálisis que les ayuda a potenciar los cuatro factores de la seguridad: la autoestima, la autoimagen, el autoconcepto y la competencia sexual (este último a partir de una cierta edad).

Cubierta esta primera parte del proceso, se estimulan los cuatro poderes personales susceptibles de ser desarrollados: la inteligencia constructiva, la actitud positiva, la voluntad reforzada y la bondad buena.

De esa manera, la persona queda facultada para convertirse en la principal protagonista de su futuro sabiendo afrontar, con posibilidades de éxito, las dificultades propias de la vida cotidiana.